Un líquido color dorado, enmarcados por unas espesas pestañas negras. Asomarme a sus pupilas siempre
me hacía sentir de un modo especial, como si mis huesos se volvieran
esponjosos. También me noté ligeramente mareada, pero quizás eso se debió a que
había olvidado seguir respirando. Otra vez.