Maldigo una y otra vez el instante
en el que navegando a orillas de tus ojos me engañaste y naufragué en el mar de
tu mirada, la forma en que me miras,
la forma en que me mientes, la forma en el que me ciego completamente y te creo
absolutamente todo lo que dices, tu
perfume, ese que me atrae de esa forma sobrenatural. Tu boca, el fruto
prohibido por el cual me haría desterrar del paraíso de tu piel. La tibieza de
tus manos, esa que me haz de transmitir en cada caricia. Tu lentitud al hablar,
que hace que olvide el mundo sólo por escucharte. Tu actitud seductora, esa de
la que me río porque no ha de ser necesaria para atraparme en tu red. Tu
sonrisa contagiosa, con esa sencillez propia de alguien totalmente
despreocupado. La manera en que me miras con desdén y caigo ante tus pies,
rendida. Ese cruze de miradas que evitas aún sabiendo que es inevitable, ese
choque de energías que producen al instante, ese chispazo que tanto evitamos
tratando de que no se avive la llama que habita en nuestras almas y que nos une
aún odiándonos. Maldigo el día
en que te conocí. Maldigo una
y mil veces tu nombre, TE
MALDIGO..